miércoles, 17 de diciembre de 2008

La destrucción de Ciudad Papelera



Cuando Kindlist abrió sus ojos de barro se hallaba en una habitación circular con una ventana. Las paredes, el suelo y el techo eran de blanco yeso y en una de las paredes había una ventana con barrotes de papel. A su lado la rana parecía apesadumbrada y la garrapata lloraba desde dentro del zurrón.
—¿Qué haremos ahora? —se lamentaba el pequeño insecto—. Estamos atrapados.

El homúnculo se asomó a la ventana con barrotes de papel, la distancia hacia el suelo era mayor de 20 metros. Los había encerrado en una de las altas torres de los molinos de papel.
—¡Oh! ¿Qué harán con nosotros? Nos matarán y nos asarán, ¡y luego nos comerán!

Kindlist analizó los barrotes de papel. Eran de una pasta tan gruesa y tan dura que parecía hierro. El homúnculo preguntó por señas cómo saldrían. La rana le contestó.
—Tengo una idea, puedo de un salto salir de aquí y luego volver, con el estómago lleno de agua, y ablandar la pasta de un viaje a otro. Así podrás pasar a través de la ventana.

Dicho esto, se empezó a oir ruido de pasos tras la puerta y esta se abrió.
—¡Aquí está el homúnculo! Bien, serás bueno satinando nuestras espadas de papel. Ven para acá.
El carcelero, que tenía un delantal de papel, cogió al homúnculo con el zurrón y la garrapata y se lo llevó de la sala. Crarglac se quedo sola en el lugar, croó de disgusto y de un salto se lanzó hacia el exterior.


Mientras tanto, en la torre, Kindlist veía el origen del repugnante olor que dominaba la ciudad. En los molinos de papel había homúnculos que trabajaban en tropel satinando multitud de papeles con forma de espada. La técnica papelera era tal que el papel conseguido era resistente y afilado. Los homúnculos estaban encadenados con papel para que no escaparan. Así fue puesto a trabajar el homúnculo, con su zurrón y con un mazo de papel.

¿Cuál era el oscuro propósito de los papeleros para secuestrar homúnculos y fabricar espadas? Eso no lo supo Kindlist. Por otro lado, la rana había explorado la Ciudad, y había descubierto que la llanura había sido antiguamente un gran y único rio de descomunal cauce; todo había sido edificado según un sistema intrincado de diques. Tramó un plan sencillo, fastidiaría un mecanismo con el único y poderoso resorte que era su luenga. Con ello el dique se rompería y el agua se desbordaría. Crarglac estiró su lengua con un chasquido, rompió la pequeña palanca y el dique se abrió con un estrépito tremendo.

El caos consiguiente fue tremendo, todas las obras de los papeleros, cuidadas desde antaño, perecieron y fueron destrozadas; sus antiguas glorias se extinguieron consumidas por el torrente acuático. Hecho esto, la rana fue hacia el molino y allí vio que todos los homúnculos gritaban de felicidad. Entre la multitud distinguió a Kindlist con su zurrón. Con un poderoso salto lo recogió, y con otros tantos salieron apresurados de la ciudad.

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