sábado, 27 de diciembre de 2008

Kindlist y la rana encuentran a un hombre asustado



Kindlist y Crarglac llegaron a una región montañosa y llena de obstáculos por la cual no podían avanzar tan rapidamente como en las llanuras. Los picos se alejaban en la distancia, formando un horizonte tapizado de montañas y más montañas. Esto pesó en el ánimo a los viajeros, que pensaban que en tal confusión paisajística no podrían encontrar el hogar de Claudio Honrado XVIII.

Los aventureros de la Montaña de los Héroes les habían indicado la dirección a seguir, pero no un camino concreto que les fuera de utilidad, y en aquella marea abrupta era fácil perderse. Así pues, la rana estaba confundida, con el homúnculo de aberrante olor sobre su lomo, y se adentraron en las espesuras de los montes, tratando de encontrar una senda, cuando llegaron a un sendero en la ladera circundado por árboles espesos que formaban una galería. Las ramas se curvaban y las hojas hacían un techo que dejaba caer algunos rayos de sol en la tarde.

Allí empezaron a oir un castañeteo y una voz inquieta susurrando tras un recodo. Crarglac lo cruzó y se encontró a un hombre acurrucado contra el poste de una señal del camino, con la tez pálida y el rostro contraido por el miedo. La rana se acercó y preguntó.
—¿Por qué os acurrucais y temblais, tal como si hubiera sombras oscuras achechandoos?
Y el hombre pálido respondió.
—Tal sea quizá el temor que me asalta, sombras oscuras acechándome.
—¿De qué se trata?
—Yo iba por este sendero ayer por la noche, cuando de repente los sonidos silvestres se acallaron y todo se tornó silencioso; yo sentí erizarse mi vello como escarpias, entonces vi aparecer una sombra, o el eco de una persona.
>>Por el sendero comenzó a avanzar una silueta lúgubre, por su forma parecía un anciano montañés, y caminaba quejosamente, encorvado, como si la edad fuera una losa terrible cargando sobre su espalda, o sobre su cabeza; llevaba un báculo en su mano derecha, pero todo en él, a pesar de pasar a pocos pasos de mi, era borroso, como si en esencia fuera un espíritu o una simple figura. Yo sentí el temor en todo mi cuerpo, por desconocer qué terrible demonio podía rondar por estas sierras durante la noche. Sin embargo pasó, dejando una pequeña estela plateada tras de si, rastro que desapareció al amanecer.
—¿Y por qué no continuais?
—¡Ay! Temo que si continuo el camino vuelva a topar con el espectro.

Kindlist entonces comenzó a hablar con Crarglac en su peculiar idioma de signos. La rana comprendió lo que ella también sospechaba: esa visión nocturna del viajero asustado era el aplomo de Heterodoxo buscando la casa de Claudio Honrado XVIII. Debían darse prisa si querían alcanzarlo. Los animales y los homúnculos no temen tales cosas como los espíritus, pero sienten un respeto reverencial hacia lo sobrenatural. Así pues, Crarglac ofreció al viajero asustado compañía durante el trayecto, a cambio de ayudarlos a encontrar el hogar de Claudio Honrado XVIII.

El viajero, al oir la proposición, recobró el ánimo y el color volvió a sus mejillas, cogió sus avíos y marchó con los aventureros.

No hay comentarios: