miércoles, 14 de enero de 2009

Heterodoxo recupera el aplomo



Zacarías y Claudio se pusieron manos a la obra. Tal empresa era tan exótica que quizá solo la realizarían una vez en las vidas, y aunque fuera noche avanzada y pensarán más en discutir sobre teorías desfasadas, el reto de recuperar el aplomo para Heterodoxo inflamó sus humores. Luego podrían presumir de sus hazañas, además de la recompensa de ayudar a un antiguo compañero de estudios.

Mientras tanto Heterodoxo se recostó en un sillón cómodo, muerto de sueño. En su cansancio había soltado el frasco con el fluido luminoso, el remedio de vago intratable que había tomado para reunir las ganas suficientes de salir de la cueva e iniciar un nuevo viaje. Se había provisto de un buen surtido de remedios y durante el día y la noche había caminado y caminado, haciendo caso omiso de sus necesidades más básicas. Hasta encontrar rastro de noticias y rumores: la destrucción de Ciudad Papelera, un mago que había encontrado una garrapata de familiar y demás noticias en los parajes suizos. Había sido fácil seguir el camino, y más fácil aún cuando había encontrado la estela plateada. Con el ánimo imperturbable había proseguido hasta llamar a la puerta. Sin embargo, no había vuelto a tomar el remedio del vago intratable y ahora quería dormir, y mucho.

Los alquimistas laboraban y laboraban. Kindlist permaneció acurrucado en el bolsillo de la túnica. Angoise y Crarglac por su parte, se fueron a una cama a dormir; tales asuntos ya no eran de su incumbencia, y ya ajustaría Crarglac cuentas con él.

Heterodoxo cerró placidamente los ojos y se entregó al dulce sueño. Pero no le dio tiempo a nada cuando notó un tirazón en sus pestañas.
—¡Ah!
—Heterodoxo, bebe de este elixir —y con la vista borrosa vio a un Claudio que le tendía el frasco, en cuyo interior había un liquido de color del plomo, que fluctuaba lentamente. Heterodoxo lo tomó y bebió, y sintio dentro de si una oleada de ánimo, esperanza, ganas de seguir con sus empresas, y de investigar. Volvió a sentir el ímpetu alquímico que siempre lo había guiado. Y después, un profundo arrepentimiento de todas las irresponsabilidades que había cometido en todo ese tiempo.

Sin embargo no siguió el curso de sus pensamientos, puesto que el sueño se volvió a cernir sobre él, y los tres hermanos, Morfeo, Fantaso e Iquelo, tomaron el dominio sobre su conciencia.

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