jueves, 19 de febrero de 2009

El plano del poni bizco



El difumino se desvaneció, y de repente los tres viajeros multiversales se encontraron en un prado de color fucsia, bajo un cielo anaranjado y sin astros. Frente a ellos, a unos pocos metros, había un poni bastante peludo y pardo, con un ojo mirando al frente y el otro hacia el suelo
—¡Vida de Alquimista! ¡Un poni bizco!

El pobre poni, asombrado por la misteriosa aparición de los aventureros, relinchó, agachó la cabeza y empezó a orinar.
—¿Y qué es eso? —apuntó Angoise—. Su orín es azul.
—Sin duda es un caso harto extraño. Acerquémonos.

Pero el poni relinchó de nuevo antes de que se acercaran, y habló.
—Deteneos, numerosos y terribles enemigos. No alcanza mi vista a distinguiros, y es deshonroso que muchos entablen combate con uno sólo.
—No os preocupeis, sólo somos cuatro, y sin ánimo de combate u hostil enfrentamiento; ¿por qué adoleceis de estrabismo?
—Lo desconozco, no tengo tal alcance de memoria; sin embargo mis compañeros poni dicen que un día una piedra me alcanzó en un ojo, y que desde entonces veo torcido.
>>¡Ay! Desde entonces soy muy desgraciado, ahora me he extraviado de los senderos que llevan a Poblado Poni.
—Una noticia sin duda desafortunada. Nosotros podríamos guiaros, si supieramos el camino —yo conozco las señales
—Yo sé las señales, mas por culpa de mi estrabismo no sé verlas. Si me decís qué buscais, os lo diré.
—Venimos buscando... ¿qué venimos buscando?

Heterodoxo no recordaba el motivo que los había llevado a los territorios interdimensionales, si bien Claudio no se lo había dicho, así que se encogió de hombros.
—Por ahora vamos sin dirección, en cuanto lo sepa, os lo diré.
—De acuerdo, me conformo con eso, por ahora.
>>Dejadme que os indique las señales.

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